SOBRE LOS PIONEROS



INTRODUCCIÓN

El Instituto Etnológico Nacional y las primeras expediciones
etnográficas en el contexto de la República Liberal

Durante la década de los cuarenta se dieron los primeros pasos para la profesionalización de la antropología en Colombia. En el marco de las políticas modernizadoras y educativas impulsadas por los gobiernos de la “República Liberal” (1930–1946), se fundaron las primeras instituciones dedicadas a la arqueología, etnografía y museología. El proyecto de consolidación del Estado propuesto por los liberales promovió fuertemente una ideología nacionalista. En ese esfuerzo de promover un sentimiento patriótico, las comunidades indígenas del pasado y presente se convirtieron en herramientas que podrían unir a los colombianos en torno a un origen común y una riqueza cultural compartida.

En ese contexto, en el que el estado se interesó e invirtió en la investigación antropológica y social, el reconocido etnógrafo francés y director del Museo del Hombre en París, Paul Rivet, fundó en Bogotá el Instituto Etnológico Nacional (IEN) en 1941. Las ideas de Rivet marcaron definitivamente los inicios de la práctica antropológica en el país y el enfoque de las primeras expediciones etnográficas. Rivet fue uno de los representantes más importantes de la teoría difusionista de la época, la cual, a partir de la comparación de distintos grupos humanos, de sus prácticas y comportamientos, de las características físicas de las personas y de las diferencias y similitudes de la cultura material, buscaba el origen del hombre americano. Una de las preocupaciones principales del IEN en esta primera etapa fue la urgente necesidad de viajar a las regiones con la intención de recopilar toda la información posible sobre las diferentes comunidades indígenas que estaban en peligro inminente de desaparecer por el avance del mundo occidental. Además de tomar datos geográficos, físicos, antropométricos y etnográficos, los expedicionarios centraron sus esfuerzos en recoger la cultura material de las diferentes comunidades. Con respecto a este tema, Roberto Pineda Giraldo (uno de los primeros estudiantes del IEN) afirma:

Fue muy importante el hecho de trabajar muy duro en las expediciones para recuperar lo que hubiera de las comunidades indígenas que se sabía que estaban declinando. Era recopilar material en grandes cantidades para que ese material no se perdiera (Pineda Giraldo, en: Botero, 1994, pág.141).

Guiados por los profesores Paul Rivet, Gregorio Hernández de Alba y Justus Wolfran Schottelius, entre otros, los estudiantes pioneros Luis Duque Gómez, Edith Jiménez, Blanca Ochoa, Gerardo Reichel-Dolmatoff, Alicia Dussán, Roberto Pineda Giraldo, Virginia Gutiérrez de Pineda, Milcíades Chaves, Miguel Fornaguera, Eliécer Silva Celis, Henry Lehmann, Alberto Ceballos, José de Recasens, María Mallol de Recasens, Lothar Petersen y Anna Kipper, iniciaron una serie de expediciones a lo largo de todo el territorio nacional. Los objetos recogidos en estos viajes serían exhibidos en varias colecciones y museos públicos como parte del proyecto político liberal y muchos de ellos, ahora conforman la Colección Etnográfica del ICANH.





GERARDO REICHEL – DOLMATOFF VIAJA AL VICHADA, 1943.

El antropólogo de origen austriaco Gerardo Reichel – Dolmatoff participó activamente en esta primera etapa del IEN. Llegó a Colombia en 1939 y se vinculó de inmediato al proyecto liderado por Paul Rivet. La primera gran expedición que realizó Reichel – Dolmatoff en Colombia fue en 1943 a los Llanos Orientales, a las zonas entonces conocidas como la Intendencia del Vichada y del Meta, hogar de los indígenas Guahibo.

Justo después de la expedición, el antropólogo escribió el texto: La cultura material de los indios Guahibo que sería publicado en el primer número de la Revista del Instituto Etnológico Nacional (1943), revista en donde se publicarían la mayoría de las investigaciones y resultados de las expediciones del IEN. El artículo está acompañado de fotografías realizadas por el mismo Reichel – Dolamtoff y que ahora hacen parte del archivo fotográfico del ICANH (Ver imágenes adjuntas al texto).

Los datos que forman este trabajo, fueron recogidos tanto entre las tribus de la cuenca del Vichada, como entre los nómadas del río Tuparro y Tomo, en el curso de un viaje que efectué a estas regiones a principios de 1943 (Reichel – Dolmatoff, 1943: 440).

El texto etnográfico de Reichel – Dolmatoff se convirtió de inmediato en una fuente primaria sobre los grupos indígenas del Llanos y por mucho tiempo fue el único que describía ampliamente las costumbres, prácticas y objetos de los Guahibos. Además de la gran cantidad de información que allí se concentra, La cultura material de los indios Guahibo evidencia claramente las intenciones e intereses de Reichel – Dolmatoff en su expedición. Influenciado por las ideas de Paul Rivet, concentra parte de su investigación en identificar el origen de la etnia a partir del análisis sistemático y comparativo de características como la lengua, las costumbres, los rasgos físicos y la cultura material:

Sobre el origen y la procedencia de los Guahibo no se puede opinar con certeza absoluta. Lingüísticamente no se han encontrado afinidades con las grandes familias lingüísticas de Suramérica, formando así los Guahibo un grupo independiente, Loukotka relaciona el idioma guahibo con el de los Guayavero, pequeña tribu en la región de San José de Guaviare, que tampoco había podido incluirse en las familias lingüísticas establecidas. Antropológicamente y teniendo en cuenta el conjunto de la civilización material y espiritual de la tribu, los Guahibo parecen sin duda una tribu típica de la hoya del Orinoco, relacionándose más bien con el conjunto cultural arawak de esta zona que con las tribus amazónicas. Cuervo Márquez (11, II, 79) y Triana (48, 15, 1) sostienen que los Guahibo son de origen karib, hipótesis evidentemente equivocada, puesto que es precisamente con los Karib que no presentan ninguna afinidad ni lingüística, ni etnográfica, ni antropológica (Reichel – Dolmatoff, 1943: 437-38).

Siguiendo las prácticas comunes en la antropología física de la época, hace largas y detalladas descripciones de las características corporales de los indígenas, dedica páginas enteras a retratar elementos como el color del pelo, de los ojos, la forma de la manos, pies y cabeza, la altura, e inclusive el peso promedio de las personas:

La estatura media de los Guahibo es de un metro con cincuenta y cinco ctms. (1,55), con miembros bien proporcionados. La pigmentación es de un tono café rojizo, los cabellos lisos y negros muy abundantes, excepcionalmente crespos. Los hombres carecen de barba y bigote y en general el vello del cuerpo es muy tenue. La forma de la cabeza varía entre el tipo mesocéfalo y braquicéfalo. La cara es corta y ovalada con frente estrecha y arcadas superciliares bastante salientes.



La anchura bizigomática está fuertemente pronunciada lo mismo que la bigoniaca. La nariz es mesorrina, con las fosas nasales muy abiertas. Los ojos pequeños y oblicuos están muy separados el uno del otro y su color es carmelita obscuro o casi negro. El tamaño de la boca es grande, el labio superior corto y el inferior prominente y grueso. Los dientes tienen forma rectangular, son blancos y ligeramente separados entre sí; los colmillos son algo más largos. El prognatismo es muy pronunciado aunque generalmente el mentón es saliente. El cuello es corto y fuerte, los hombros anchos y el perímetro torácico muy desarrollado. El talle es largo y el coxis estrecho. El mons veneris es muy saliente; los senos son cónicos y separados con la aréola ancha y prominente. Los brazos y las piernas son largos en comparación al tronco; con pies y manos pequeños y bien formados.
La mancha congenital pigmentaria es muy frecuente y de color verdoso, siendo estimada como un signo de legitimidad del hijo. La musculatura masculina es sumamente fuerte y tanto hombres como mujeres tienen gran agilidad (Reichel – Dolmatoff, 1943: 440-41).

Fuera de las descripciones físicas de los Guahibo, habla detalladamente del uso del cuerpo, describe con minucia sus posturas y movimientos cotidianos:

Las posiciones típicas del cuerpo son las siguientes: para el descanso parado dejan todo el peso del cuerpo sobre una sola pierna, apoyando a veces la otra, en el interior de la rodilla de la pierna en que se sostienen. Para el reposo sentado, se ponen en cuclillas con los talones unidos y levantados sobre los cuales descansan, mientras que estiran los brazos rectos que tocan con los codos las rodillas y dejan colgar las manos. Para dormir se acuestan sobre un costado, manteniendo el cuerpo recto con las piernas juntas y la cabeza en el mismo nivel que el cuerpo. Al caminar, dan largos pasos en línea recta levantando bastante a cada paso las plantas de los pies, del suelo. Cuando corren avanzan a largas zancadas, llevando siempre el tronco erguido. La posición de manos, característica, es tenerlas abiertas y con los dedos estirados, no cambiando esta manera para los movimientos maquinales. Al indicar una dirección, alargan el brazo y la mano derecha en línea recta con la palma hacia el interior y abierta, dirigiendo la cabeza contra el brazo en igual sentido. Para recoger objetos del suelo utilizan los dedos de los pies. En general, todos sus movimientos son lentos y armoniosos sin mostrar nunca agitación (Reichel – Dolmatoff, 1943: 441).

Además de dedicar una gran parte a hablar de las características físicas de los indígenas, el texto se centra en el análisis y descripción de la cultura material de los indígenas. Esta característica del escrito evidencia uno de los intereses principales de la expedición: recopilar información sobre los objetos de este pueblo y recolectarlos para conservarlos en Bogotá. Reichel – Dolmatoff organiza los objetos estudiados y recogidos en varias categorías entre las cuales se destacan: armas, casa, adquisición y consumo de alimentos, vías y transportes, vestido y adorno, recipientes, cordería y espartería, instrumentos musicales y juguetes, y de la vida mágica.

Aparte de la fascinación académica que su lectura suscita, especialmente en los temas de antropología física y cultura material, el artículo muestra vívidamente el mundo Guahíbo de hace 60 años y demuestra explícitamente la naturaleza de las expediciones del IEN.

Por: Nicolás Bonilla Maldonado

BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA A LA ETNIA GUAHIBO:

– Friedemann, Nina S. y Arocha, Jaime. Guahibos: maestros de la supervivencia. En: Herederos del Jaguar y la Anaconda, Pg. 79-112. Carlos Valencia Editores. Bogotá, 1982.

– Kondo, Riena W. Guahibo. En: Aspectos de la cultura material de grupos étnicos de Colombia: Vol.1, Pg.195-213. Editorial Townsend, 1978.

– La historia de la etnia guahiba en el idioma guahibo. Townsend, Bogotá, 1988.

– Lucena, Salmoral Manuel. Notas sobre la magia de los Guahibo. En: Colombiana de Antropología: Vol.15, 1970 – 1971, Pg.129-170. Instituto Colombiano de Antropología. Bogotá: 1971.

– Morey, Nancy C. Ethnohistory of the guahibo indians of Colombia and Venezuela. XLI Congreso Internacional de Americanistas. México: s.e., 1974.

– Morey Robert V., El cultivo de rotación entre los Guahibo de Colombia oriental. En: América Indígena: Vol.34, Num.4, Octubre, 1974, Pg.993-1008. Instituto Indigenista Interamericano., México, 1974.

– Reichel – Dolmatoff, Gerardo. La cultura material de los indios Guahibo. En: Revista del Instituto Etnológico Nacional: Vol.1, 1943-1944, Pg.437-506. Instituto Etnológico Nacional, Bogotá: 1943.

– Yepez Chamorro Benjamín, La música de los Guahibo, Sikuani – Cuiba (Incluye un casete de Música Guahibo-Sikuani), Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales del Banco de la República, Bogotá, 1984.





CONTACTO:

CRÉDITOS:

Margarita Reyes Súarez
- Coordinadora general del proyecto Colección Etnográfica
- Coordinadora del grupo de museología del ICANH
- mreyes@icanh.gov.co

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