El trompo, objeto y juguete que gira sobre su propio eje, ha sido fuente de diversión de muchas culturas en el mundo entero, así como inspiración de filósofos, poetas y escritores de todas las épocas. En América, el juego del trompo es una práctica muy difundida de sur a norte, pero aún no se sabe a ciencia cierta cuándo llegó al continente o si fue un juego que se inventó de manera paralela, en diferentes partes del mundo.
En Colombia, los trompos se han tallado en madera finas y resistentes de árboles de crecimiento lento como el naranjo, encina, roble, nogal, entre muchas otros. Igualmente se han elaborado a partir de diferentes semillas, como la tagua o la de la palma de cumare, así como en pequeños totumos y calabazos. Su manufactura guarda muchos secretos escondidos en sus punteras, tamaño o en las dimensiones de su pronunciada barriga.
Los hay gigantes y pequeños; discretos y vistosos; rústicos, plásticos, sonoros; unos amables y ligeros, otros pesados y agresivos. Sus tamaños, diseños y formas dependen del juego en que lo pongan a bailar.
El trompo necesita de una pita o cuerda, ni muy larga ni muy corta, que se va enrollando firmemente, desde la punta de madera o metal y de manera ascendente hasta la mitad de su voluminosa barriga. Una parte de la cuerda se enrolla en el dedo y el trompo es lanzado al aire con un gesto firme y certero para lograr el baile deseado.
Los invitados especiales a este baile son los trompos elaborados por diferentes culturas indígenas de Colombia: los trompos construidos a partir de semillas por los u’wa del norte de la cordillera Oriental; los trompos zumbadores elaborados con semillas de palma de cumare por los murui-muinane (huitotos), ticunas y yucunas del Amazonas, y los trompos realizados con pequeños totumos y calabazos por los emberá chamí del Chocó y los sikuani de los Llanos Orientales.
Ponerlo a dormir, levantarlo y ponerlo a bailar en una uña, en la frente, en la boca, bailar en la cuerda, se juega a relevos, piques, a buscar pareja… Otra manera de jugarlo es haciendo un círculo en la tierra y poniendo un trompo acostado en el centro para castigarlo y sacarlo del círculo, o golpearlo hasta astillarlo o partirlo. Para ello existen trompos conocidos como terremotos, rompemoldes o carniceros.
Los grupos amazónicos elaboran el trompo con la semilla de la palma de cumare. Una vez pelada y vaciada, le abren dos orificios por donde se atraviesa una varita de madera palosangre que sobresale hasta diez centímetros en uno de sus extremos. Para poner a bailar al trompo elaboran una cuerda con hojas tiernas de la misma palma de cumare y, para hacerlo zumbar, le abren a la semilla un pequeño orificio lateral.
Otros grupos como los embera chamí del Chocó y los sikuani de los Llanos Orientales elaboran trompos con pequeños calabazos o totumos. En la actualidad, comunidades llaneras indígenas y mestizas practican la zaranda. Para jugarla, las mujeres se ponen en círculo y lanzan su zaranda, o trompo de calabazo silbante, y los hombres lanzan sus trompos macizos buscando partir el total de las zarandas de ellas. Si lo logran, ganan. En ocasiones la zaranda se juega entre hombres y mujeres para buscar pareja, el hombre busca romper con su trompo la zaranda de la mujer que le gusta.
En contextos más urbanos hay trompos de punteras normales, metálicas y redondeadas que permiten un perfecto equilibrio entre la duración del giro y el golpe para dañar el trompo del contrincante. Hay otras punteras llamadas las piano que hacen que el trompo gire poco, pero haga daño, y existen también las carrascas, cuya punta agresiva tiene como misión destrozar el trompo del contrincante.
Guión y Curaduría: Margarita Reyes Suárez
Margarita Reyes Súarez
- Coordinadora general del proyecto Colección Etnográfica
- Coordinadora del grupo de museología del ICANH
- mreyes@icanh.gov.co